Hoy doy comienzo a una serie de publicaciones en el blog Pipas de Coco que he dado a llamar
«Olas de Bifanas».
Son escritos realizados por mi buen amigo Pablo Resino (PR) y por mí (OB), plasmados en un cuaderno durante nuestro reciente e intenso viaje por la costa portuguesa. Me he animado a colgarlos porque pienso que, aunque no todos tengan una calidad literaria excepcional, considero muy positivo ir colgándolos por todo lo que dicen, lo que expresan, por todo lo que ha significado para mí este viaje de diez días y, sobretodo, como un pequeño homenaje a las tres almas que me acompañaron en esta aventura. Las publicaciones van tal y como fueron naciendo en la hoja en blanco.
Carlitos, Joao, Pablo, un placer.
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Tras miedos, muros y acantilados morales que atentan contra la disposición habitual de la mente andreliana, comenzamos el viaje: ¿qué sería del mundo si las preocupaciones estuvieran tan presentes como frente al Maestro de Oro?. Un momento, lo están, pero conscientemente no sabemos aventurar sus movimientos concretos, sino que solo alcanzamos a atisbar el camino «racional» que toman. Para lograr anticipar sus movimientos, Portugaletol, medicina para el alma, aderazada con estos cuatro condimientos pensamiento:
– Carlos: «¿Menos mal que lo hemos conseguido, eh?».
– Juan: «Ahí puede estar el puto mapa».
– Pablo: «Joder la tortuga sin caparazón, como le va la zoofilia».
– Andrelo: «Viaja MC Cooltre a sus entrañas».
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¡Bonobo! Vamos a Portugal, y tal y cual, no sabemos cuándo vamos a llegar, cambiamos el mapa por cañas. Así que si algo te araña la espalda, será la tienda de campaña, que no entra en nuestro alma. Por eso vamos rebosantes de alegría, y si no hay cámara que retrate la aventura nos quedan nuestros ojos que todo lo graban. Así que levanta la mano hermana, nos llaman cobayas porque esto de experimentar lo llevamos en las venas. Ya van quedando menos penas según van subiendo los kilómetros, dejamos la vida atrás para entrar en los prolegómenos de una experiencia almática que logre erizar nuestros pelos. Cuatro gatos sentados miran el horizonte para buscar la paz, siguiendo el puto cielo (OB).